Para quienes gustan de las aventuras al galope, presentamos las posibles experiencias en el continente más antiguo del mundo.

¿Cómo elegir el mejor País para un Safari a Caballo?




Pocos destinos quedan fuera de la lente de las cámaras más difundidas de los viajeros empedernidos, todo se nos presenta como un dejavú de lo ya visitado virtualmente. Hoy son cada vez menos los viajes que nos deparan la sorpresa, lo inexplicable, lo genuino. Por fortuna, todavía hay experiencias que superan cualquier memoria fotográfica, casos en los que un viaje vale más que mil imágenes.   África es por excelencia una de esas aventuras de las que no se puede hablar sin haberlas vivido. Su historia, su diversidad cultural, su deslumbrante fauna y su inmensa geografía lo vuelven el sitio ideal para emprender una odisea de la que no se vuelve siendo el mismo. Y qué mejor que agregarle una cuota de adrenalina adentrándose al galope en sus vastos paisajes.   Recorrer África a través de un safari a caballo es la mejor, por no decir la única, manera de conocer los tesoros naturales y culturales que nos depara el continente. El constante traslado, la vida de campamento y el asombro a cada paso nos garantizan una experiencia extraordinaria y, sobre todo, impredecible. ¿No es, acaso, el movimiento constante el factor necesario para la sorpresa, para el advenimiento de lo inesperado?   Aún así, no todo es travesía y desafío. También se intercalan momentos de relax y conexión con el alrededor. Hay opciones para todos los gustos. Por lo tanto, el lugar dependerá del tipo de experiencia que se prefiera. A continuación introducimos, de manera panorámica, las posibilidades que ofrece un safari a caballo en distintos lugares del continente y, por si hiciera falta, las mejores excusas para que dejes de postergar este devenir único.

Peregrinos de otra época – Limpopo, Namibia y Egipto




Cuando hablamos de historia, resulta inevitable remitirnos a los insondables orígenes de la civilización, y más aún: del mundo. Si estamos buscando una experiencia que nos traslade no solo en el espacio sino también en el tiempo, Limpopo y Namibia son los destinos ideales.   Por un lado, Limpopo es una provincia sudafricana cuyo río delimita la frontera con Botswana y Zimbawe. Conocida como la zona más ancestral de África, esta llanura al norte de Sudáfrica proporciona una experiencia que eriza la piel. Allí compartiremos desde fuegos que acompañan iluminando tanto desayunos tempraneros como cenas bajo la penumbra de un impasible anochecer, campamentos en medio de la frondosa naturaleza, visitas a sitios de gran interés arqueológico y paleontológico, hasta el paso por sectores legendarios en que se reunían las tribus más antiguas, junto con la posibilidad de entrar en contacto con nativos que aún habitan ciertas zonas.   Por otro lado, Namibia, al suroeste del continente, nos regala el desierto más antiguo del mundo para emprender un safari a caballo hacia sus inicios. El paso por un lugar donde hace 65 millones de años habitaban los dinosaurios no puede sino despertarnos una sensación de pequeñez y lozanía frente a la eternidad del espacio. Además de sus infinitas y rojizas dunas, tendremos la oportunidad de visitar el misterioso Twyfelfontein. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es un sitio atestado de rocas en las que nuestros antepasados ancestrales dejaron pinturas y representaciones inmortalizadas en la piedra. El arte africano, lleno de tradición, utiliza un lenguaje artístico que parece provenir directamente desde nuestros orígenes. Es de esperar que este contacto también implique una excursión hacia nuestro interior.   Finalmente, en el extremo opuesto, nos topamos con Egipto, en el noreste africano. Famoso por sus históricas pirámides, que con razón se encuentran entre las siete maravillas del mundo, su portento no se agota allí. Lo fascinante de Egipto no lo encontraremos sólo en sus monumentos sino en la vida de los que aún lo habitan. Su historia y cultura permanece latente en las familias locales, en los callejones, en los pequeños sitios que llevan impresas grandes huellas. Del mismo modo, la paz y el misticismo culminarán cuando, a orillas del Nilo, cabalguemos por sus íntimos desiertos.   Sin duda, cualquiera de las opciones nos asegura una exploración por un cautivador pasado prehistórico con grandes anécdotas y emociones fuertes.
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Los visitantes – Kenia y Tanzania




En lo referido a la fauna, no hay lugar de África que no deslumbre con su atrayente biodiversidad. Sin embargo, en el caso que el avistamiento de animales salvajes y la interacción con otras innumerables especies sea nuestra prioridad, Kenia y Tanzania son las mejores alternativas.   Kenia es posiblemente uno de los destinos más conocidos, una opción recomendable si es la primera vez que hacemos un safari a caballo. Allí tendremos garantizado el avistamiento de los denominados Big Five (o “los cinco grandes”): leones, leopardos, búfalos, elefantes y rinocerontes; además de disfrutar de las mejores vistas al Kilimanjaro, el monte más alto del continente.   Por su parte, Tanzania se jacta de ser el país en donde se puede descubrir mayor cantidad de animales (entre los que, por supuesto, están “los cinco grandes”). Las cabalgatas por Tanzania ofrecen una oportunidad única que no se limita a observar sino a vivir las zonas más salvajes del territorio. Esto sucede particularmente en sitios como Ngorongoro, donde conviven animales a menos de 20 kilómetros de diámetro, y Serengeti, llanura en la que se aprecian atardeceres de ensueño.   En ambos casos nos adentraremos into the wild y seremos nosotros los visitantes que, por un momento, aspiren a sentirse parte de aquel espectáculo heterogéneo.
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Un mapa lleno de relieves – Mozambique y Botswana




Como ya hemos mencionado, hallamos paisajes desérticos como Namibia y Egipto. Pero, si nuestro objetivo es sumergirnos en una verde sabana o una selva frondosa, lo mejor será Mozambique o Botswana.   En el primer caso, Mozambique nos ofrece un desafío tan intenso como maravilloso. Un viaje en el que se galopará por todo territorio posible: a orillas del Océano Índico, en las dunas sobre la tibia arena, en la infinitud del desierto, en la vegetación y en rincones de pueblos alejados. Una travesía que no deja rincón sin huella.   Como segunda opción, y para quienes están dispuestos a una mayor apuesta, Botswana promete una aventura más abarcativa y, podría decirse, profesional. Es recomendable para quienes ya tuvieron una experiencia previa de safaris a caballo y para quienes buscan exclusividad. Posee los mejores recursos naturales y proporciona un ambiente más tranquilo y solitario, ya que es uno de los países menos transitados, tanto por turistas como por habitantes. Si bien exige mayores habilidades, ya que debemos estar preparados para cabalgar, remar y andar, es una experiencia inolvidable. A propósito, el Delta de Okavango representa uno de los tesoros naturales más asombrosos del mundo.
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La mejor temporada




Por último, y no menos importante, un factor clave a tener en cuenta para este tipo de viajes es la fecha. Aunque todo depende de la experiencia que busquemos, claro.   El clima de África es predominantemente cálido y soleado la mayor parte del año. Sin embargo, algunos países son más propensos a padecer cambios inesperados o temporales discontinuos. El secreto está en saber distinguir entre las temporadas secas y fluviales de cada región, de acuerdo a la experiencia a la que apuntamos. Es importante considerar que el clima no solo repercutirá en la calidad de los días que atravesaremos, sino también en los paisajes que visitaremos y en los animales que vayamos a encontrar, ya que según la temporada migran a unas regiones u otras.   Por ejemplo, la mejor época para realizar un safari a caballo en Sudáfrica es de mayo a agosto, mientras que a Tanzania resulta conveniente viajar entre octubre y noviembre, y a Kenia de mayo a septiembre.

Pero, en definitiva, el mejor momento para viajar a África y aventurarse en un safari a caballo siempre es ahora. Tomando en cuenta estas indicaciones y planificando las fechas, no hay motivo para perder la oportunidad de vivir una hazaña tan desafiante como seductora. Frente a la artificial realidad en la que nos sumerge el presente, ¿por qué no escapar hacia un ambiente más natural que nos conecte con nuestras raíces? Ya lo dijo Hemingway: “Ni una sola mañana me he despertado en África siendo infeliz”. La única manera de que termine mal es no intentarlo.


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